Pablo Calatayud, propietario y enólogo, ha dedicado su trayectoria a rescatar la esencia de los vinos valencianos, apostando por antiguos métodos de elaboración y por la recuperación de variedades autóctonas olvidadas, como la Mandó.
En 2009, impulsó una línea de investigación única: la crianza en tinajas de barro enterradas, que habían permanecido inactivas durante décadas en la bodega fonda, una impresionante galería subterránea excavada hace más de 300 años. Allí reposan 97 tinajas de entre 600 y 2.800 litros, alineadas a ambos lados de un pasaje de piedra que parece suspendido en el tiempo.
Esta recuperación no es solo un acto de innovación, sino de memoria vinícola. A diferencia de otros recipientes, las tinajas de barro no aportan sabores ni aromas, permitiendo que el vino exprese con total pureza el carácter del viñedo.
Pablo Calatayud demuestra que mirar al pasado es, a veces, la mejor forma de avanzar: volver a las raíces para descubrir el alma del vino.
Al Muvedre fue nuestro viaje al Levante, a la cuna de la Monastrell —o Morvedre—, una variedad que nos transportó a otra época. Sus viñedos y su paisaje evocaban un mundo antiguo, ligado al comercio tradicional del vino, a los puertos repletos de barricas y al espíritu aventurero del vino viajero.
Inspirados por esa historia, decidimos crear un vino sencillo, como los de antaño, como los que tomaban los tratantes tras una jornada de acuerdos y caminos polvorientos. Tal vez Al Muvedre sea nuestro particular homenaje a ellos.
Siempre nos quedará la nostalgia de no haber elaborado allí un gran vino de Monastrell. Pero así son los viajes: inciertos, intensos y, a veces, irrepetibles. Así fue nuestra aventura en Alicante.